domingo, 19 de octubre de 2014

EL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA DEL CRISTIANO

Puesto que el Espíritu Santo es la Unión de Cristo, es Cristo Cabeza del Cuerpo, quien lo distribuye entre sus miembros para alimentarlos, sanarlos, organizarlos en sus funciones mutuas, vivificarlos, enviarlos a dar testimonio, asociarlos a su ofrenda al Padre y a su intercesión por el mundo entero. Por medio de los sacramentos de la Iglesia, Cristo comunica su Espíritu, Santo y Santificador, a los miembros de su Cuerpo.

Dentro de la Iglesia el Espíritu Santo es quien introduce en ella, orienta y anima a cada uno de los cristianos a quienes Él mismo ha ungido , en el Bautismo.

  • Él nos hace hijos de Dios, y no esclavos; por eso podemos llamar "Padre" a Dios (Rm 8, 15-17).
  • Él nos hace vivir la vida de fe, de manera que ésta se convierta en una senda de vida también moral según la voluntad del Padre, "caminando según el Espíritu" (Gal 5, 25).
  • Él es quien nos inspira e impulsa a adorar a Dios y darle culto "en el Espíritu" (Flp 3, 3).
  • Él nos conduce hacia la salvación que Jesucristo nos ha ganado por voluntad del Padre (1 Tes 4, 7-8; 2 Tes 2, 13).
  • Él es, finalmente, quien nos hará resucitar con Cristo, porque por Él el Padre resucitó también a su Hijo, de manera que toda nuestra esperanza cristiana está puesta en la obra que realiza y llevará a cabo en nosotros el Espíritu Santo: "Si el Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que resucitó a Jesús de entre los muertos hará revivir sus cuerpos  mortales por medio de ese Espíritu suyo que habita en ustedes" (Rom 8, 11).

Por el Espíritu Santo llamamos a Dios "Abbá!, Padre!"



Si el Espíritu Santo, inhabitando en nuestro espíritu, nos hace capaces de llamar "Padre" a Dios, entonces vivir como hijos de Dios es un sello claro de la obra del Espíritu en nosotros; obra que, lejos de estar separada de la del Hijo hecho carne, está unida con ella. En efecto, tanto el Hijo como el Espíritu Santo nos hacen hijos de Dios, sólo que cada uno de ellos estampando su sello personal y propio.

El Hijo de Dios hecho carne es la imagen de Dios según la cual fuimos hechos, y para recpnstruir la cual (distorsionada por el pecado) fuimos rescatados por la Encarnación, vida y misterio pascual del Hijo: según la imagen de éste somos hijos también nosotros. Pero esto  es posible, tanto porque el Espíritu Santo nos ha ungido para ser cristianos, al igual que Jesús fue Ungido; como también porque, perdida la gracia por el pecado, es el Espíritu quien santifica con la gracia, que se expresa en la fe y la caridad, ambas obras suyas, siendo Él mismo el Amor y el Maestro de la Verdad.

El Padre está sobre todas las cosas, pero el Verbo está con todas ellas, pues por medio de Él, el Padre creó todas las cosas  (Jn 1, 3); pero en nosotros está el Espíritu que clama "!Abbá, Padre!" (Rom 8, 15; Gal 4, 6), y hace al hombre semejante a Dios. Luego el Espíritu muestra al Verbo, y por eso los profetas anunciaron al Hijo de Dios; mas el Verbo sirve de lazo al Espíritu, y por eso Él mismo es quien enseña a los profetas y eleva al ser humano hasta el Padre.



Somos hijos de Dios:


"Hijos de Dios" son, en efecto, como enseña el apóstol, "los que son guiados por el Espíritu de Dios". La filiación de la adopción divina nace en los hombres sobre la base del misterio de la encarnación, osea, gracias a Cristo, el eterno Hijo. Pero el nacimiento, o el nacer de nuevo, tiene lugar cuando Dios Padre "ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo". Entonces, realmente "recibimos un Espíritu de Hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!". Por tanto, aquella filiación divina, incertada en el alma humana por la gracia santificante, es obra del Espíritu Santo. "El Epíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios, coherederos de Cristo". La gracia santificante es en el hombre el principio y la fuente de la nueva vida: vida divina y sobrenatural.



El Espíritu, maestro interior de oración


Si podemos llamar "Padre" a Dios, por el Espíritu, es porque este mismo Espíritu que unigió a Jesús, lo inspiró para que Él, precediéndonos, en su humanidad descubriese a Dios como su Padre: "En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: ¨Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra¨" (Lc 10, 21). Sin este reconocimiento de Dios como Padre, la oración  cristiana es imposible.

Pudiera acaecer, como ha sucedido en casos excepcionales de personas creyentes, en religiones no cristianas, que alguno se dirigiese a Dios como un bienhechor generoso, incluso como a Creador o como al bondadoso gobernante de cielos y tierra. La fe hebrea, en el Antiguo Testamento, está de oración a Yahvé como al Dios y Señor de su pueblo. Mas la oración típicamente cristiana sólo sabe dirigirse a Dios clamando: "Padre Nuestro" (Mt 6, 8; Lc 11, 2). Así oró Jesús y, según su ejemplo y su enseñanza, siempre que oramos nos dirigimos a Dios como a nuestro Padre. Pero ya sabemos que la paternidad es un don del Espíritu. Por ese motivo, sólo por la obra de éste nos hacemos capaces de clamar a Dios, llamándolo "!Abbá, Padre!" (Rm 8, 15; Gal 4, 6). De ahí que el "Padre nuestro" (o cualquier otro modo de orar inspirado en éste), rezado con conciencia de hijos, es un modo evangélico de vivir en el Espíritu.


El Espíritu Santo fortalece el hombre interior


El Espíritu injerta la "raíz de la inmortalidad", de la que brota la nueva vida, esto es, la vida del hombre en Dios que, como fruto de su comunicación salvífica por el Espíritu Santo, puede desarrollarse y consolidarse solamente bajo su acción. Por ello, el Apóstol, se dirige a Dios en favor de los creyentes, a los que dice: "Doblo mis rodillas ante el Padre... para que os conceda que seais fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior".


En una homilía del Papa Francisco, habla del Espíritu Santo como compañero de camino


"El Espíritu Santo nos prepara al encuentro con Jesús. Lo dijo el Papa en la homilía de la Misa de la mañana en la Casa de Santa Marta, en la que habló de la importancia del examen de consciencia". 




Papa Francisco: el Espíritu Santo compañero de camino
The Vatican - Español
Publicado 6/5/2013


Bajo elinflujo del Espíritu Santo madura y se refuerza este hombre interior, esto es "espiritual". Gracias a la comunicación divina el espíritu humano que "conoce los secretos del hombre", se encuentra con el Espíritu que "todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios". Por este Espíritu, que es el don eterno, Dios uno y trino se abre al hombre, al espíritu humano. El solplo oculto del Espíritu divino hace que el espíritu humano se habra, a su vez, a la acción de Dios salvífica y santificante. Mediante el don de la gracia que viene del Espíritu el hombre entra en "una nueva vida", es introducido en la realidad sobrenatural de la misma vida divina y llega a ser "Santuario del Espíritu Santo", "Templo vivo de Dios". En efecto, por el Espíritu Santo, el Padre y el Hijo vienen al hombre y ponen en él su morada.


El hombre vive en Dios y de Dios: vive "según el Espíritu" y "desea lo espiritual".

La relación íntima con Dios por el Espíritu Santo hace que el hombre se comprenda, de un modo nuevo, también así mismo y a su propia humanidad. De esta manera, se realiza plenamente aquella imagen y semejanza de Dios que es el hombre desde el principio. Esta verdad íntima sobre el ser humano ha de ser descubierta constantemente a la luz de Cristo que es el prototipo de la relación con Dios y, en él, debe ser decubierta también la razón de "la entrega sincera de sí mismo a los demás".

El Papa Francisco explica que la verdadera conversión es obra del Espíritu Santo



  

Laudate Dominum
Publicado el 10/6/2013

El nos unge para continuar la misión de Cristo




En el libro 1 Jn 2, 20 dice: "En cuanto a ustedes, están ungidos por el (Espíritu) Santo y lo saben". ¿Qué significa este regalo? De un modo general se puede afirmar que es el "sello de Dios". La esposa (que en la Sagrada Escritura representa a Israel, el Pueblo amado de Dios) canta a Yahvé su esposo: "Grábame como sello en tu corazón, como sello en tu brazo, porque el amor es más fuerte que la muerte" (Cant 8, 6). Por eso decimos que los sacramentos más propios del Espíritu Santo (el Bautismo y la Confirmación) "imprimen carácter". Este es el motivo por el que no pueden repetirse, pues el Señor no se arrepiente de sus dones. Al sellarnos el Espíritu por la unción con el aceite bendito que lo representa, nos dice que Dios nos ha elegido como a Jesús, el Cristo, a fin de que seamos sus hijos para siempre.


Como todos los cristianos somos ungidos e hijos por Jesús y como Jesús, el Padre lo ha sellado a Él (Jn 6, 27), y también a nosotros: "Es Dios quien a nosotros y a ustedes nos fortalece en Cristo, el que nos ha ungido, nos ha marcado con su sello y nos ha dado su Espíritu como garantía de salvación" (2 Cor 1, 21-22). Llevar en nosotros marcada la imagen de Dios por el Espíritu Santo, es la fuente de nuestra esperanza de salvación, porque, como San Pablo escribe en otro lugar, con esta marca el Señor nos reconocerá como suyos: "No causen tristeza al Espíritu Santo de Dios, que es el sello impreso en ustedes para distinguirlos el día de la liberación" (Ef 4, 30).

Hay que recordar para qué fin prometió Jesús el Espíritu Santo a sus Apóstoles: "Recibirá la fuerza del Espíritu Santo; Él vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra" (Hch 1, 8). "Confirmar en la fe" también significa "confirmar en la misión".



Por el Bautismo el Padre nos llamó a ser sus hijos, a fin de que, ungidos por el Espíritu Santo al igual que su Hijo, y como miembros de una comunidad "convocada de entre" las naciones (porque eso significa Ecclesia) continuáramos en el mundo la misión de Jesús, enviado para ser nuestro pastor, profeta y sacerdote. 


  • El ministerio de Pastor:
Si fuimos ungidos por el Espíritu como Cristo, es para que, como Él, pasemos por el mundo haciendo el bien. En este sentido, el Papa Juan Pablo II escirbe: "Por su pertenencia a Cristo, Señor, y Rey del universo, los fieles laicos participan de su oficio real y son llamados por Él para servir al Reino de Dios y difundirlo en la historia. Viven la realeza cristiana, antes que nada, mediante la lucha espiritual para vencer en sí mismos el reino del pecado (Rom 6, 12); y despúes en la propia entrega para servir, en la justicia y en la caridad, al mismo Jesús presente en todos sus hermanos, especialmente en los más pqueños (Mt 5, 40). 

Pero los fieles laicos están llamdos de modo particular para dar de nuevo a la creación su valor originario. cuando mediante una actividad sostenida por la vida de la gracia, ordenan lo creado al verdadero bien del hombre, participan en el ejercicio de aquel poder, con el que Jesucristo Resucitado atrae a sí todas las cosas y las somete, junto consigo mismo, al Padre, de manera que Dios sea todo en todos (Jn 12, 32; 1 Cor 15, 28)".

  • El ministerio de profeta: 
Cuando San Pablo llevó a Éfeso el evangelio, muchos de los antiguos seguidores de Juan Bautista lo escucharon y se convirtieron a Cristo. Entonces él los bautisó y les impuso las manos "el Espíritu Santo vino sobre ellos, y comezaron a hablar en lenguas y aprofetizar" (Hch 19, 6). Profetizando (esto es, proclamando la palabra de Dios y enseñándola a sus hermanos) ponían al servicio de la comunidad el don del Espíritu que habían recibido.

Ya hemos visto que el Espíritu Santo primero preparó la venida del Hijo de Dios, habiéndose éste encarnado lo presentó a las personas de su tiempo, y una vez resucitado y subido al cielo lo sigue mostrando al mundo por medio de la Palabra de Dios inspirada por Él. Por eso el don de la profecía (es decir, de proclamar esa palabra) es una acción propia del que a convertido su cuerpo en templo del Espíritu. sobre esto, nuevamente Juan Pablo II nos dice: "La participación en el ministerio profético de Cristo que proclamó el Reino del Padre con el testimonio de la vida y con el poder de la Palabra, habilita y compromete a los fieles a acoger con fe el evangelio y a anunciarlo con la palabra y con las obras, sin vacilar en denunciar el mal con valentía".

  • El ministerio de sacerdote:
El día de Pertecostés una tres mil persoans escucharon a San Pedro proclamar quién es Cristo, se convirtieron y le preguntaron qué debían hacer. Él les dijo que debían bautizarse para recibir el don del Espíritu Santo. Ellos, una vez bautisados, "se dedicaban a escuchar la enseñanza de los apóstoles,  vivían unidos y participaban en la fracción del pan y en las oraciones" (Hch 2, 38.42). De este modo ejercitaban la vocación sacerdotal a la que habían sido llamados, para consagrar el mundo.

Es que el Espíritu se llama "Santo" porque santifica o consagra, es decir, eleva a las personas a la vida de Dios, o dedica los objetos al culto divino (como por ejemplo, el templo de Jerusalén). Por eso Jesús se consagró por Él enteramente al Padre, en la Cruz, como enseña la carta a los Hebreos: "¡Cuanto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se entregó así mismo a Dios como víctima perfecta, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte para que podamos dar culto al Dios vivo!" (Hb 9, 14).

Así el cristiano, que lleva el sello del Espíritu desde su bautismo, no puede sino ponerse al servicio de la acción del Espíritu que ha recibido consagrando el mundo por la oración continua y por su propio ofrecimiento en la Eucaristía, como enseña el Concilio: "Los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraño y mudos expectadores, sino que, comprendiéndolo bien a travéz de los ritos y oraciones, participen conciente, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruídos en la Palabra de Dios, se fortalezcan en la Mesa del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la ostia inmaculada, no solo por manos del sacerdote, sino juntamente con Él".

Les comparto un video de Youtube de qué significa ser Sacerdote, Profeta y Rey



Bethrrul Betosh Spears Glez

Publicado el 9/10/2013


El drama interno del hombre


San Pablo es quien de manera particularmente elocuente describe la tensión y la Lucha que turba el corazón humano. Leemos en la carta a los Gálatas: "Por mi parte os digo: Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne. Pues la carne tiene apetencias contrarias al Espíritu, y el Espíritu contrarias a la carne, como son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais". Ya en el hombre en cuanto ser compuesto, espiritual y corporal, existe una cierta tencisón, tiene lugar una cierta lucha entre el "espíritu" y la "carne". Pero esta lucha pertenece de hecho a la herencia del pecado, del que es una consecuencia y, a la vez, una confirmación. Forma parte de la experiencia cotidiana. Como escribe el apóstol: "Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: ¨fornicación, impureza, libertinaje... embriaguéz, orgías y cosas semejantes¨. son los pecados que se podrían llamar "carnales". Pero el apóstol añade también otros: "odios, discordias, celos, iras, rencillas, divisiones, envidias". Todo estos son "las obras de la carne".



Pero estas obras, que son indudablemente malas, Pablo contrapone "El fruto del Espíritu": "Amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí". Por el contexto parece claro que para el Apóstol no se trata de discriminar o condenar el cuerpo, que con el alma espiritual constituye la naturaleza del hombre y su subjetividad personal; sino que trata de las obras -mejor dicho de las disposiciones estables-  virtudes y vicios, moralmente buenas o malas, que son fruto de sumisión (en el primer caso) o bien de resistencia (en el segundo) a la acción salvífica del Espíritu Santo.



Por ello, el Apóstol escribe: "Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu". Y en otro pasaje dice: "Los que viven según la carne, desean lo carnal; mas losque viven según el Espíritu, lo espiritual"; "mas nosotros no estamos en la carne sino en el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en nosotros". La contraposición que San Pablo establece entre la vida "según el Espíritu" y la vida "según la carne", genera una contraposición ulterior: la de la "vida" y la "muerte". "Las tendencias de la carne son muerte; mas la del Espíritu, vida y paz"; de aquí su exhortación: "Si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis".





Dones y frutos del Espíritu Santo


El catecismo de la Iglesia Católica enseña que la vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo.



Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenencen en plenitud a Cristo, Hijo de David (Is. 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.




Así dice San Pablo: "Uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar. A éste se le ha concedido hacer milagros; a aquel, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas" (1 Cor 12, 8-10).




Los frutos del Espíritu son perfecciones que forman en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: "caridad, gozo, paz, paciencia,longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad" (Ga 5, 22-23).




En los frutos del Espíritu Santo puede ver el mundo qué sucede con las personas que se dejan totalmente tomar, conducir y formar por Dios. Los frutos del Espíritu Santo muestran que Dios tiene un papel real en la vida de los cristianos.


A continuación Catequesis del Papa Francisco sobre los dones del Espíritu Santo del canal de Rome Reports en Youtube


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Publicado el 9/4/2014


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