domingo, 19 de octubre de 2014

¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO?

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que:



  • Es Dios:
El Espíritu Santo es una de las Personas de la Santísima Trinidad Santa, consubstancial al Padre y al Hijo, "que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria".  Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio.  El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.
  • Es el Paráclito:
El Paráclito. Palabra del griego "parakletos", que literalmente significa "aquel que es invocado", es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el consolador. Jesús nos presenta al Espíritu Santo diciendo: "El Padre os dará otro Paráclito" (Jn 14,16). El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado "otro paráclito" porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.


  • Es enviado del Padre y del Hijo:



El otro "Paráclito", será dado por el Padre en virtud de la oración de Jesús; será enviado por el Padre en nombre de Jesús; Jesús lo enviará de junto al Padre porque Él ha salido del Padre.



  • Es el Espíritu de la Verdad:
Jesús afirma de sí mismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Y al prometer al Espíritu Santo en aquel "discurso de despedida" con sus apóstoles en la Última Cena, dice que será quien después de su partida, mantendrá entre los discípulos la misma verdad que Él ha anunciado y revelado:
    1. El Paráclito, es la verdad, como lo es Cristo. Permanecer y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, desde los primeros años de la Iglesia hasta el final de los tiempos, y es el Espíritu Santo quien hace posible que la verdad a cerca de Dios, del hombre y de su destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones.
    2. El Espíritu Santo vendrá, nosotros lo conoceremos, estará con nosotros para siempre, permanecerá con nosotros; nos lo enseñará todo y nos recordará todo lo que Cristo nos ha dicho y dará testimonio de Él; nos conducirá a la verdad completa y glorificará a Cristo. En cuanto al mundo, lo acusará en materia de pecado, de  justicia y de juicio.
      • Es don de Dios:
      "Nadie puede decir: ´!Jesús es Señor!´ sino por influjo del Espíritu Santo" (1 Co 12, 3). "Dios ha enviado a nuestros corazones el espíritu de su Hijo que clama !Abbá Padre!" (Ga 4, 6). Este conocimiento de fe no es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con Cristo, es necesario primeramente haber sido atraido por el Espíritu Santo. Él es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Mediante el bautizmo se nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo.

      El Papa Francisco también define al Espíritu Santo como Don de Dios, en nuestra oración nosotros pedimos cosas a Dios, pero Dios nos da más que aquello que le pedimos, Él nos da el Don más grande que podemos recibir de Él sin que se lo pidamos: El Espíritu Santo:


      El Papa: el Espíritu es el don mas grande que nos da Dios:

      "En la oración pedimos tantas cosas al Señor, pero el don más grande que Dios nos da es el Espíritu Santo. Lo afirmó el Papa Francisco en la homilía matutina de la misa celebrada en la Casa de Santa Marta. Al comentar el Evangelio del día, el Pontífice afirmó que Jesús nos invita a tener confianza en la oración: “Pidan y les será dado, toquen y les será abierto".




      The Vatican - Español
      Publicado el 10/10/2014


        • Es  quien nos despierta a la vida de fe:
        El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva que es: "que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a tu enviado, Jesucristo" (Jn 17, 3) no obstante, es el "último" en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad. El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del designio de nuestra salvación y hasta su consumación. Pero es en los "últimos tiempos", inaugurados con la encarnación redentora del Hijo, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona.
          • Es esposo de la Virgen María:
          1. El Espíritu Santo preparó a María con su gracia. Convenía  que fuese "llena de gracia" la madre de aquel  en quien "reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Ella fue concebida sin pecado, por pura gracia,como la más humilde de todas las criaturas, la más capaz de acoger el don inefable del Omnipotente.
          2. En María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en fecundidad única por medio del poder del Espíritu y de la fe (Lc 1, 26-38).
          3. En María, el Espíritu Santo manifiesta al Hijo del Padre hecho Hijo de la Virgen. Ella es la zarza ardiente de la teofanía difinitiva: llena del Espíritu Santo, presenta al Verbo en la humildad de su carne dándolo a conocer a los pobres (Lc 2, 15-19) y a las primicias de las naciones.
          4. Por medio de María, el Espíritu Santo comienza a poner en comunión con Cristo a los hombres "objeto del amor benevolente de Dios" (Lc 2, 14), y los humildes son siempre los  primeros en recibirle: los pastores, los magos, Simeón y Ana, los esposos de Caná y los primeros discípulos. 
          • Es quien glorifica al Hijo: 
          Jesús es Cristo, "ungido", porque el Espíritu es su Unción y todo lo que sucede a partir de la Encarnación mana de esta plenitud (Jn 3, 34). Jesús no revela plenamente el Espíritu Santo hasta que Él mismo no ha sido glorificado por su Muerte y su Resurrección. Solamente cuando ha llegado la hora en que va a ser glorificado, Jesús promete la venida del Espíritu Santo ya que su Muerte y su Resurrección serán el cumplimiento de la promesa hecha a los Padres (Jn 14, 16-17). Cuando por fin Cristo es glorificado (Jn 7, 39), puede a su vez, de junto al Padre, enviar el Espíritu a los que creen en Él: Él les comunica su gloria (Jn 17, 22), es decir, el Espíritu Santo que lo glorifica (Jn 16, 14). La misión conjunta y mutua se desplegará desde entonces en los hijos adoptados por el Padre en el Cuerpo de su Hijo: la misión del Espíritu de adopción será unirlos a Cristo y hacerles vivir en Él.
            • Es quien impulsa la Iglesia: 
            Jesús entrega su Espíritu en las manos del Padre en el momento en que por su Muerte es vencedor de la muerte, de modo que "resucitado de los muertos por la Gloria del Padre" (Rm 6, 4), en seguida a sus discípulos el Espíritu Santo dirigiendo sobre ellos su aliento. A partir de esta hora, la misión de Cristo y del Espíritu se convierte en la misión de la Iglesia (Jn 20, 21; Mt. 28, 19; Lc 24, 47-48; Hch 1, 8).

              NOMBRE, APELATIVOS Y SÍMBOLOS DEL ESPÍRITU SANTO


              • El nombre propio del Espíritu Santo:
              "Espíritu Santo", tal es el nombre propio de aquél que adoramos y glorificamos con el Padre y el Hijo. La Iglesia ha recibido este nombre del Señor y la profesa en el Bautismo de sus nuevos hijos (Mt 28, 19).

              • Los apelativos del Espíritu Santo:
              Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el "Paráclito", literalmente "aquel que es llamado junto a uno", "advocatus" (Jn 14, 16.26). "Paráclito" se traduce habitualmente por "Consolador", siendo Jesús el primer consolador (1Jn 2, 1). El mismo Señor llama al Espíritu Santo "Espíritu de Verdad" (Jn 16. 13).

              Además de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las cartas de lo apóstoles, en san Pablo se encuentran los siguientes apelativos: el Espíritu de la Promesa (Ga 3, 14; Ef 1, 13), el Espíritu de adopción (Rom 8, 15; Ga 4, 6), el Espíritu de Cristo (Rom 8, 11), el Espíritu del Señor (2Co 3, 17), el Espíritu de Dios (Rom 8, 9.14; 15, 19; 1Co 6, 11 ; 7, 40), y en San Pedro, el Espíritu de gloria (1P 4, 14).



              • Los símbolos del Espíritu Santo:

              El agua. El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que, después de la invocación del Espíritu Santo, ésta se convierte en el signo sacramental eficaz del nuevo nacimiento: del mismo modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo. Pero "bautizados en un solo Espíritu", también "hemos bebido de un solo Espíritu" (1Co 12, 13): el Espíritu es, pues, también personalmente el Agua viva que brota de Cristo crucificado (Jn 19, 34; 1 Jn 5, 8) como de su manantial y que en nosotros brota en vida eterna (Jn 4, 10-14; 7, 38; Ex 17, 1-6).

              La unción. El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu Santo, hasta el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo (1Jn 2, 20. 27; 2Co 1, 21). En la iniciación cristiana es el signo sacramental de la Confirmación, llamada justamente en las Iglesias de Oriente "Crismación". Pero para captar toda la fuerza que tiene, es necesario volver a la Unción primera realizada por el Espíritu Santo: la de Jesús. Cristo ("Mesías" en hebreo) significa "Ungido" del Espíritu de Dios. En la Antigua Alianza hubo "ungidos" del Señor (Ex 30, 22-32), de forma eminente el rey David (1S 16, 13). Pero Jesús es el Ungido de Dios de una manera única: la humanidad que el Hijo asume está totalmente "ungida por el Espíritu Santo". Jesús es constituido "Cristo" por el Espíritu Santo (Lc 4, 18-19; Is 61, 1).

              El fuego. Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El profeta Elías que "surgió como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha" (Si 48, 1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo (1 R 18, 38-39), figura del fuego del Espíritu Santo que transforma lo que toca. Juan Bautista, "que precede al Señor con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), anuncia a Cristo como el que "bautizará en el Espíritu Santo y el fuego" (Lc 3, 16), Espíritu del cual Jesús dirá: "He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!" (Lc 12, 49). En forma de lenguas "como de fuego" se posó el Espíritu Santo sobre los discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hch 2, 3-4). La tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos de la acción del Espíritu Santo. "No extingáis el Espíritu"(1 Ts 5, 19).

              La nube y la luz. Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Desde las teofanías del Antiguo Testamento, la Nube, unas veces oscura, otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la transcendencia de su Gloria: con Moisés en la montaña del Sinaí (Ex 24, 15-18), en la Tienda de Reunión (Ex 33, 9-10) y durante la marcha por el desierto (Ex 40, 36-38; 1 Co 10, 1-2); con Salomón en la dedicación del Templo (1R 8, 10-12). Pues bien, estas figuras son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo. Él es quien desciende sobre la Virgen María y la cubre "con su sombra" para que ella conciba y dé a luz a Jesús (Lc 1, 35). En la montaña de la Transfiguración es Él quien "vino en una nube y cubrió con su sombra" a Jesús, a Moisés y a Elías, a Pedro, Santiago y Juan, y «se oyó una voz desde la nube que decía: "Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle"» (Lc 9, 34-35). Es, finalmente, la misma nube la que "ocultó a Jesús a los ojos" de los discípulos el día de la Ascensión (Hch 1, 9), y la que lo revelará como Hijo del hombre en su Gloria el Día de su Advenimiento (Lc 21, 27).

              El sello. es un símbolo cercano al de la unción. En efecto, es Cristo a quien "Dios ha marcado con su sello" (Jn 6, 27) y el Padre nos marca también en él con su sello (2 Co 1, 22;Ef 1, 13; 4, 30). Como la imagen del sello indica el carácter indeleble de la Unción del Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden, esta imagen se ha utilizado en ciertas tradiciones teológicas para expresar el "carácter" imborrable impreso por estos tres sacramentos, los cuales no pueden ser reiterados.

              La mano. Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos (Mc 6, 5; 8, 23) y bendice a los niños (Mc 10, 16). En su Nombre, los Apóstoles harán lo mismo (Mc 16, 18; Hch 5, 12; 14, 3). Más aún, mediante la imposición de manos de los Apóstoles el Espíritu Santo nos es dado (cf. Hch 8, 17-19; 13, 3; 19, 6). En la carta a los Hebreos, la imposición de las manos figura en el número de los "artículos fundamentales" de su enseñanza (Hb 6, 2). Este signo de la efusión todopoderosa del Espíritu Santo, la Iglesia lo ha conservado en sus epíclesis sacramentales.

              El dedo. "Por el dedo de Dios expulso yo (Jesús) los demonios" (Lc 11, 20). Si la Ley de Dios ha sido escrita en tablas de piedra "por el dedo de Dios" (Ex 31, 18), la "carta de Cristo" entregada a los Apóstoles "está escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón" (2Co 3, 3). El himno Veni Creatorinvoca al Espíritu Santo como dextrae Dei Tu digitus ("dedo de la diestra del Padre").

              La paloma. Al final del diluvio (cuyo simbolismo se refiere al Bautismo), la paloma soltada por Noé vuelve con una rama tierna de olivo en el pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo (Gn 8, 8-12). Cuando Cristo sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre él (Mt 3, 16 paralelos). El Espíritu desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados.


              Los Símbolos del Espíritu Santo


              Explicación sobre los símbolos del Espíritu Santo:





              Misión Joven Tv
              Publicado el 18/6/2014

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