El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que:
- Es Dios:
El Espíritu Santo es una de las Personas de la Santísima Trinidad Santa, consubstancial al Padre y al Hijo, "que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.
- Es el Paráclito:
El otro "Paráclito", será dado por el Padre en virtud de la oración de Jesús; será enviado por el Padre en nombre de Jesús; Jesús lo enviará de junto al Padre porque Él ha salido del Padre.
- Es el Espíritu de la Verdad:
- El Paráclito, es la verdad, como lo es Cristo. Permanecer y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, desde los primeros años de la Iglesia hasta el final de los tiempos, y es el Espíritu Santo quien hace posible que la verdad a cerca de Dios, del hombre y de su destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones.
- El Espíritu Santo vendrá, nosotros lo conoceremos, estará con nosotros para siempre, permanecerá con nosotros; nos lo enseñará todo y nos recordará todo lo que Cristo nos ha dicho y dará testimonio de Él; nos conducirá a la verdad completa y glorificará a Cristo. En cuanto al mundo, lo acusará en materia de pecado, de justicia y de juicio.
- Es don de Dios:
El Papa Francisco también define al Espíritu Santo como Don de Dios, en nuestra oración nosotros pedimos cosas a Dios, pero Dios nos da más que aquello que le pedimos, Él nos da el Don más grande que podemos recibir de Él sin que se lo pidamos: El Espíritu Santo:
El Papa: el Espíritu es el don mas grande que nos da Dios:
"En la oración pedimos tantas cosas al Señor, pero el don más grande que Dios nos da es el Espíritu Santo. Lo afirmó el Papa Francisco en la homilía matutina de la misa celebrada en la Casa de Santa Marta. Al comentar el Evangelio del día, el Pontífice afirmó que Jesús nos invita a tener confianza en la oración: “Pidan y les será dado, toquen y les será abierto".
The Vatican - Español
Publicado el 10/10/2014
- Es quien nos despierta a la vida de fe:
- Es esposo de la Virgen María:
- El Espíritu Santo preparó a María con su gracia. Convenía que fuese "llena de gracia" la madre de aquel en quien "reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Ella fue concebida sin pecado, por pura gracia,como la más humilde de todas las criaturas, la más capaz de acoger el don inefable del Omnipotente.
- En María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en fecundidad única por medio del poder del Espíritu y de la fe (Lc 1, 26-38).
- En María, el Espíritu Santo manifiesta al Hijo del Padre hecho Hijo de la Virgen. Ella es la zarza ardiente de la teofanía difinitiva: llena del Espíritu Santo, presenta al Verbo en la humildad de su carne dándolo a conocer a los pobres (Lc 2, 15-19) y a las primicias de las naciones.
- Por medio de María, el Espíritu Santo comienza a poner en comunión con Cristo a los hombres "objeto del amor benevolente de Dios" (Lc 2, 14), y los humildes son siempre los primeros en recibirle: los pastores, los magos, Simeón y Ana, los esposos de Caná y los primeros discípulos.
- Es quien glorifica al Hijo:
- Es quien impulsa la Iglesia:
NOMBRE, APELATIVOS Y SÍMBOLOS DEL ESPÍRITU SANTO
- El nombre propio del Espíritu Santo:
"Espíritu Santo", tal es el nombre propio de aquél que adoramos y glorificamos con el Padre y el Hijo. La Iglesia ha recibido este nombre del Señor y la profesa en el Bautismo de sus nuevos hijos (Mt 28, 19).
- Los apelativos del Espíritu Santo:
Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el "Paráclito", literalmente "aquel que es llamado junto a uno", "advocatus" (Jn 14, 16.26). "Paráclito" se traduce habitualmente por "Consolador", siendo Jesús el primer consolador (1Jn 2, 1). El mismo Señor llama al Espíritu Santo "Espíritu de Verdad" (Jn 16. 13).
Además de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las cartas de lo apóstoles, en san Pablo se encuentran los siguientes apelativos: el Espíritu de la Promesa (Ga 3, 14; Ef 1, 13), el Espíritu de adopción (Rom 8, 15; Ga 4, 6), el Espíritu de Cristo (Rom 8, 11), el Espíritu del Señor (2Co 3, 17), el Espíritu de Dios (Rom 8, 9.14; 15, 19; 1Co 6, 11 ; 7, 40), y en San Pedro, el Espíritu de gloria (1P 4, 14).
El agua. El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que, después de la invocación del Espíritu Santo, ésta se convierte en el signo sacramental eficaz del nuevo nacimiento: del mismo modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo. Pero "bautizados en un solo Espíritu", también "hemos bebido de un solo Espíritu" (1Co 12, 13): el Espíritu es, pues, también personalmente el Agua viva que brota de Cristo crucificado (Jn 19, 34; 1 Jn 5, 8) como de su manantial y que en nosotros brota en vida eterna (Jn 4, 10-14; 7, 38; Ex 17, 1-6).
La unción. El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu Santo, hasta el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo (1Jn 2, 20. 27; 2Co 1, 21). En la iniciación cristiana es el signo sacramental de la Confirmación, llamada justamente en las Iglesias de Oriente "Crismación". Pero para captar toda la fuerza que tiene, es necesario volver a la Unción primera realizada por el Espíritu Santo: la de Jesús. Cristo ("Mesías" en hebreo) significa "Ungido" del Espíritu de Dios. En la Antigua Alianza hubo "ungidos" del Señor (Ex 30, 22-32), de forma eminente el rey David (1S 16, 13). Pero Jesús es el Ungido de Dios de una manera única: la humanidad que el Hijo asume está totalmente "ungida por el Espíritu Santo". Jesús es constituido "Cristo" por el Espíritu Santo (Lc 4, 18-19; Is 61, 1).
Además de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las cartas de lo apóstoles, en san Pablo se encuentran los siguientes apelativos: el Espíritu de la Promesa (Ga 3, 14; Ef 1, 13), el Espíritu de adopción (Rom 8, 15; Ga 4, 6), el Espíritu de Cristo (Rom 8, 11), el Espíritu del Señor (2Co 3, 17), el Espíritu de Dios (Rom 8, 9.14; 15, 19; 1Co 6, 11 ; 7, 40), y en San Pedro, el Espíritu de gloria (1P 4, 14).
- Los símbolos del Espíritu Santo:
El agua. El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que, después de la invocación del Espíritu Santo, ésta se convierte en el signo sacramental eficaz del nuevo nacimiento: del mismo modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo. Pero "bautizados en un solo Espíritu", también "hemos bebido de un solo Espíritu" (1Co 12, 13): el Espíritu es, pues, también personalmente el Agua viva que brota de Cristo crucificado (Jn 19, 34; 1 Jn 5, 8) como de su manantial y que en nosotros brota en vida eterna (Jn 4, 10-14; 7, 38; Ex 17, 1-6).
El fuego. Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El profeta Elías que "surgió como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha" (Si 48, 1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo (1 R 18, 38-39), figura del fuego del Espíritu Santo que transforma lo que toca. Juan Bautista, "que precede al Señor con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), anuncia a Cristo como el que "bautizará en el Espíritu Santo y el fuego" (Lc 3, 16), Espíritu del cual Jesús dirá: "He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!" (Lc 12, 49). En forma de lenguas "como de fuego" se posó el Espíritu Santo sobre los discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hch 2, 3-4). La tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos de la acción del Espíritu Santo. "No extingáis el Espíritu"(1 Ts 5, 19).
La nube y la luz. Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Desde las teofanías del Antiguo Testamento, la Nube, unas veces oscura, otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la transcendencia de su Gloria: con Moisés en la montaña del Sinaí (Ex 24, 15-18), en la Tienda de Reunión (Ex 33, 9-10) y durante la marcha por el desierto (Ex 40, 36-38; 1 Co 10, 1-2); con Salomón en la dedicación del Templo (1R 8, 10-12). Pues bien, estas figuras son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo. Él es quien desciende sobre la Virgen María y la cubre "con su sombra" para que ella conciba y dé a luz a Jesús (Lc 1, 35). En la montaña de la Transfiguración es Él quien "vino en una nube y cubrió con su sombra" a Jesús, a Moisés y a Elías, a Pedro, Santiago y Juan, y «se oyó una voz desde la nube que decía: "Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle"» (Lc 9, 34-35). Es, finalmente, la misma nube la que "ocultó a Jesús a los ojos" de los discípulos el día de la Ascensión (Hch 1, 9), y la que lo revelará como Hijo del hombre en su Gloria el Día de su Advenimiento (Lc 21, 27).
El sello. es un símbolo cercano al de la unción. En efecto, es Cristo a quien "Dios ha marcado con su sello" (Jn 6, 27) y el Padre nos marca también en él con su sello (2 Co 1, 22;Ef 1, 13; 4, 30). Como la imagen del sello indica el carácter indeleble de la Unción del Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden, esta imagen se ha utilizado en ciertas tradiciones teológicas para expresar el "carácter" imborrable impreso por estos tres sacramentos, los cuales no pueden ser reiterados.
La mano. Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos (Mc 6, 5; 8, 23) y bendice a los niños (Mc 10, 16). En su Nombre, los Apóstoles harán lo mismo (Mc 16, 18; Hch 5, 12; 14, 3). Más aún, mediante la imposición de manos de los Apóstoles el Espíritu Santo nos es dado (cf. Hch 8, 17-19; 13, 3; 19, 6). En la carta a los Hebreos, la imposición de las manos figura en el número de los "artículos fundamentales" de su enseñanza (Hb 6, 2). Este signo de la efusión todopoderosa del Espíritu Santo, la Iglesia lo ha conservado en sus epíclesis sacramentales.
El dedo. "Por el dedo de Dios expulso yo (Jesús) los demonios" (Lc 11, 20). Si la Ley de Dios ha sido escrita en tablas de piedra "por el dedo de Dios" (Ex 31, 18), la "carta de Cristo" entregada a los Apóstoles "está escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón" (2Co 3, 3). El himno Veni Creatorinvoca al Espíritu Santo como dextrae Dei Tu digitus ("dedo de la diestra del Padre").
La paloma. Al final del diluvio (cuyo simbolismo se refiere al Bautismo), la paloma soltada por Noé vuelve con una rama tierna de olivo en el pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo (Gn 8, 8-12). Cuando Cristo sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre él (Mt 3, 16 paralelos). El Espíritu desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados.
Los Símbolos del Espíritu Santo
Explicación sobre los símbolos del Espíritu Santo:
Los Símbolos del Espíritu Santo
Explicación sobre los símbolos del Espíritu Santo:
Misión Joven Tv
Publicado el 18/6/2014
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